Paso a paso comienzo a confiar en mi deseo para pintar y expresar mis sentimientos en acuarela.
Pintar precede al uso de palabras y eso es apasionante!
El tema es la tierra y la consciencia femenina.
He colocado las imágenes en esta página web porque anhelo inspirar otros, también los hombres, a acariciar la tierra y la fuerza femenina que hay dentro de sí mismos.
Hoy pregunto a mi corazón qué es lo que desea que escriba.
Escucho y recibo la respuesta, mi corazón desea que escriba lo que quiero escribir.
Pregunto: ‘¿Quién soy?’
‘Eres la puerta, la entrada hacia aspectos elevados del Yo.’
‘¿Soy la puerta yo misma?’
‘Si, porque puedes abrirte y cerrarte tú misma.’
‘Deseo siempre estar abierta. ¿Está bien?’
‘Sí, eso te dará paz. La paz especialmente está vigente en la vida de todos los días.
Siempre trata de balancear al Espíritu con tus tentativas en el mundo físico.
Trata de encontrar el equilibrio entre lo llamado más alto y lo diario, hasta el momento que ambos se unan.’
Mis pensamientos flotan hacia la rueda de la medicina donde podemos ver la espiral de la vida, un baile continuo entre todos los aspectos de nuestro ser.
Lo espiritual de nuestro corazón en el norte manifestándose en el plano físico en el sur de la rueda.
Las emociones en el oeste en equilibrio dinámico con la sabiduría del la renuncia en el este.
La vida es un movimiento perpetuo.
Siempre podemos encontrar la estabilidad ubicándonos en el centro, en el cruce entre el axis horizontal y vertical.
Ayer vi, en la televisión, un reportaje acerca de la finalización de Soestdijk, el palacio real.
Mostraron imágenes de archivo de la familia real.
Un sentimiento de nostalgia surgió en mi cuando vi la joven reina Juliana, las princesas pequeñas, el príncipe Claus, el príncipe Bernhard.
No estaba idealizando al pasado, porque también vi los problemas.
No obstante sentí un tipo de calor que ya no pude encontrar.
Mi propio pasado estaba conectado con aquellas imágenes.
Encontré consolación cuando, con mi atención, volví al ahora, simplemente a la habitación donde estaba.
Así curé parte de mi ser que está dividido en el tiempo.
Éstas son las palabras que restablecen la conexión conmigo misma.
Una vela está brillando en una esquina de mi escritorio.
¡Me siento tan mal cuando no puedo encontrar un ambiente de armonía dentro de mí!
Quizás esperé demasiado de mí cuando pretendí escribir y pintar.
O esperaba demasiado del resultado de mis escritos y pinturas.
He aterrizado, ahora, con ambos pies en la tierra, doy preponderancia a la paz, la armonía y el equilibrio.
Cuando vivimos un nuevo poder, un nuevo intento, surgen aquellas partes dentro de nosotros que no están alineadas con esto.
Dudamos la verdad de nuestro propósito, dudamos de nuestra capacidad de concretar la obra, nos ponemos temerosos, nos sentimos demasiado vulnerables para mostrarnos con el poder suficiente.
Esto pasó conmigo después de haber escrito el mensaje previo para el diario, aquello acerca de escribir y pintar.
Los miedos y las dudas son los perros guardianes que están en la entrada a un nivel más profundo de mi ser.
Son tan reales que ni siquiera creo ser capaz de pasarlos.
Sin embargo confío y me desprendo, porque también existe una tristeza en mí si no me suelto.
Quizás escribir acerca de esto es la expresión de mi humanidad que desea revelarse a sí misma.
Siento el deseo de escribir y de pintar de una manera gratificante, aunque todavía no conozco el contenido de lo que deseo expresar.
Siento que hay un ambiente de sutilidad y de calor terrenal alrededor de esto.
El tipo de calidez como la que sienten las personas cuando acarician la piel de su mascota.
Una calidez que te hace ronronear o refunfuñar suavemente.
Debo hacer tiempo y espacio si deseo crear algo nuevo.
Intento hacer tiempo para escribir y pintar.
De todos los números, es el 11 el que más me salta a la vista.
Este mes lo veo aún más porque es noviembre y mi ordenador muestra el número 11 cada día.
Pero también cuando miro los indicadores en el tablero de instrumentos de mi coche el número 11 a menudo me llama la atención.
En un caso el contador muestra que el coche está consumiendo 11 litros de gasolina por cada 100 kilómetros, en otro el contador me indica que he estado conduciendo durante 11 minutos, en otro caso, el reloj señala que son las 11 y 11.
O se da el caso de que la temperatura afuera es de 11 grados.
Para mí, la apariencia del número 11 significa cuán importante es mirar muy atentamente mi propia inocencia y mi sentido del humor.
En el Tzolkin, Chuen, Mono azúl, es el onceavo sello solar.
Representa la inocencia y el carácter juguetón de nosotros.
También es el elemento disonante que nos “agua la fiesta”, para que después podamos seguir nuestro camino con la fuerza de una vida renovada.
Viviendo en una cultura que nos invita a condenar y desaprobar, porque pasan tantas cosas horribles, podemos liberarnos de aquella fuerza de atracción negativa recordando la ligereza y la luminosidad de nuestro ser.
Hoy viajo en el tren.
Yendo hacia atrás, arrellanada en mi silla con una taza de café y un libro cálido de Isabel Allende, veo que el sol viaja conmigo.
A veces la vista del sol con su color suave amarillo queda velado por una delgada capa de nubes.
Un pájaro pasa volando.
La vida es, y sigue siendo, un misterio.
¿Qué escribiré?
¿De mi sentimiento de satisfacción en la Escuela de Misterio?
¿Del chamán dentro de mí que poco a poco está mostrándose?
¿De mis dones artísticos que están liberándose?
¿Escribiré de mi alegría cuando miro, escucho, siento, huelo el océano?
¿O de mi felicidad al descubrir que mis heridas y problemas no son más que una parte pequeña de la totalidad de quién soy?
Dicho más concretamente: Traen consigo la riqueza de la totalidad de quien soy, porque no sería capaz de sentir o apoyar a otra persona si no conocería mis propias limitaciones.
Escucho el océano en su rítmico movimiento eterno, el sonido de la cafetera hirviéndose…
La vida es buena.
El silencio de las plantas, de los arboles, es el silencio que yace en el fondo de mi ser.
Déjame volver hacia él.