Durante el largo vuelo a los Estados Unidos, noto que no solamente traigo mi nueva maleta roja, sino también mi equipaje emocional, es decir, mi mente llena de preocupaciones que tienen que ver con situaciones anteriores.
En la habitación de mi hotel, con vista a la sierra de Nuevo México, estoy totalmente despierta aún a la media noche. Esto se debe a que hay ocho horas de diferencia con Holanda y el cuerpo aún no se adapta.
Hace falta mucha creatividad para descubrir cómo pasar aquellas horas de manera aunque sea un poco agradablemente.
Afortunadamente he traído una lapicera y papel.
Medito un poco y, con la mente vacía y en silencio tanto como puedo, trato de analizar el problema de no estar verdaderamente aquí.
Para saber más acerca de mi condición, hago un dibujo y noto que tiene que ver con un sentimiento de puro caos.
Es claro que debo resolver algo.
Entonces hago un nuevo dibujo, pero correspondiente a un estado más equilibrado: Un espacio sagrado para mí sola, con una vela ardiente.
Esta imagen me ayuda.
Estoy sentada al lado de la roca que protege nuestra casa contra el viento.
Decido pedir a la roca que me hable.
Escucho a los pájaros piando y a las olas del océano murmurando, pero la roca se mantiene en silencio.
Se ha cerrado y me llega el sentimiento que mi integridad está cuestionada.
Hace falta una integridad más profunda para escribir acerca de lo que la roca intenta decirme.
Presto atención nuevamente y escucho.
Nunca he mantenido mi oreja tan cerca de la roca.
Había abandonado la esperanza de un día ser capaz de escuchar lo que la roca intentaba decirme.
La roca ha sido padecida en todo tipo de acontecimientos.
Alguna vez era una capa horizontal de la tierra y ahora está prácticamente vertical.
De ser la tierra debajo de nuestros pies ha vuelto a ser la protectora de nuestra casa contra el viento.
Es tan bella.
Es eso lo que le quiero contar a la roca.
El calor del sol acumulado durante día, todavía irradia desde ella.
Escucho un tono que es a la altura de sonido de los insectos. Puede ser la reflexión del sonido del mar, o también algo nuevo.
Puede ser algo que la roca misma quiere contarme.
Siento mi yo pequeño cerca del milagro grande de esta roca.
Noto que es importante como ser humano no ser oportunista en escribir un relato acerca de esto, porque el oportunismo es precisamente lo que nos mantiene separados.
Siento la necesidad de crecer en amor para ser digna de la confianza de la roca.
Aparentemente la roca me relata acerca de la tierra que ha sido abusada por el hombre.
Me habla del hecho de que ha sido dada por sentado por los humanos, sin verdadera atención.
Quiero pedir la roca que nos perdone, a mí y a la humanidad, pero al mismo tiempo sé que, en lo que concierne a mí, tengo todavía un camino que recorrer antes de ser digna de la confianza de la roca.
Este ha sido el primer paso.
A veces la vida nos da un empujoncito.
Esta vez era un golpe.
¿Qué pasa?
Para la escuela de las Artes Sagradas de Lynn Andrews están planeadas dos conferencias por año de cuatro días cada una.
Había abandonado totalmente la idea de asistir a la primera reunión.
Tenía muchas razones para esta decisión:
Es demasiado lujoso viajar a Estados Unidos dos veces al año, mi familia me necesita aquí, quería atender todas las fechas de la competición de tenis.
El último día para registrarnos para la reunión fue hace tres semanas.
De repente, sentí una gran inquietud. Mi yo interior quería asistir.
Al cabo de dos días todo se arregló.
Iré.